Ideas sobre lo divino y lo humano.

José Ureña Toledo (D.E.P.).

1.- No se trata de cambiar, sino de perfeccionarse.

2.- La razón es lo más revolucionario, pero también lo más tradicional, y ello es así porque está muy por encima de una ciega tradición y de una evolución sin sentido.

3.- El hombre profundo no es en el fondo “tradicionalista” ni “revolucionario”: simplemente busca y sabe encontrar la verdad de las cosas.

4.- Allí donde hay alguien que no desprecia la verdad sencilla, hay un hombre auténtico.

5.- Desconfiemos de todo pensamiento “elevado” que no puede expresarse mediante ejemplos tomados de la vida ordinaria.

6.- Cuando decimos de alguien que es “superficial”, la culpa es casi siempre de nosotros, que no hemos sabido llegar a la profundidad de su alma.

7.- En todas las cuestiones relativas al arte de vivir y convivir, saber a fondo es sólo posible cuando se hace lo que se sabe.

8.- ¡Qué de inspiración surge en el transcurso de una acción!

9.- Empezar una obra anima a proseguirla.

10.- ¡Qué plenitud y qué autenticidad cuando, mientras se actúa, se habla sólo lo necesario!

11.- Hubo un tiempo en que se divinizaba al emperador, al gobernante… Hoy se ha pasado, prácticamente, a divinizar a la mayoría.

12.- ¿Quieres alargar el tiempo de tu vida? Aprovéchalo.

13.- Respecto a las cosas que observamos o que oímos, tener la mente abierta es tan importante como ser precavido en admitirlas.

14.- Da resultado y tú has actuado honradamente. He ahí una excelente medida del valor de lo que haces.

15.- Quien no relaciona el pasado con el presente no suele entender el pasado ni el presente.

16.- Lo que se llama, frecuentemente de forma despectiva, “introducción a tal ciencia”, es casi siempre lo más importante.

17.- La educación es semejante al trabajo de desviar una corriente de agua. Debe cerrarse un cauce y, además, abrir otro distinto.

18.- No nos engañemos. La profundidad de un pensamiento sólo puede calibrarse a la luz de su claridad.

19.- Habría mucha menos ignorancia si no se olvidaran los primeros libros de la escuela.

20.- La profundidad de los conocimientos de un hombre puede medirse por el aprecio que éste hace de los libros elementales.

21.- Tan estúpidos como los que ayer decían “amén” a cualquier forma de autoridad son los que hoy se revelan en bloque contra quienquiera que gobierne. Hay un “borregismo” sumiso y otro “borregismo” sistemáticamente subversivo, y no es fácil saber en cuál de los dos existe mayor necedad.

22.- Hoy se olvida casi siempre que el pasado es mucho más que pasado. El pasado es un espejo donde, de alguna forma, se refleja el futuro.

23.- Querer construir un futuro mejor completamente de espaldas al pretérito es tan utópico como el proyecto de un hombre ya maduro que, afecto de un ataque de amnesia total, intentase labrarse un brillante porvenir.

24.- Quienes no son capaces de crear algo nuevo son generalmente los que más siguen la moda.

25.- En nuestros tiempos de subversión habitual el único revolucionario auténtico es el hombre pacífico.

26.- La moda es para el mediocre lo que la creación es para el hombre inteligente.

27.- Aborrezco el hecho de que quien ayer era ensalzado, hoy sea execrado. ¿Qué estima merece un juicio que cambia de ese modo?

28.- De poco vale el afán por enterarse de lo que ocurre en el mundo si uno no colabora con su buena voluntad en mejorar ese mundo.

29.- Una de las características más esenciales de nuestro tiempo es pretender descargar la responsabilidad individual sobre las estructuras sociales.

30.- He observado que, con demasiada frecuencia, quienes más violentamente atacan, en nuestra época, la falsas formas de religiosidad son curiosamente los mismos que luego atacan las verdaderas.

31.- Casi siempre que ponemos demasiado empeño en convencer a los demás es porque sentimos la necesidad de convencernos a nosotros mismos.

32.- La oscuridad es la profundidad de los mediocres.

33.- Haciendo uno todo lo que puede, fácilmente deja de preocuparse de lo que no puede.

34.- Hay muchas frases lapidarias por su ingenio, pero pocas por su verdad.

35.- Un auténtico amor a sí mismo excluye el egoísmo.

36.- ¿Acaso se puede sentir la belleza de cuanto nos rodea sin sentir amor?

37.- Solemos pasar por la vida como sonámbulos, ignorantes de los tesoros que encierran las personas que nos rodean.

38.- Un pensamiento de mis 17 años extraído de mi propia experiencia. Generalmente, la mayoría de nuestros errores no provienen de nuestra inteligencia, sino de nuestro corazón.

39.- Toda falsa necesidad es pobreza.

40.- En la raíz de los grandes crímenes hay siempre un componente de frivolidad.

41.- Un pueblo es culto en la medida en que sabe apreciar a sus hombres de mayor cultura.

42.- Toda verdad merece ser repetida por ser verdad.

43.- Un hombre sabe educar en la medida en que sus seguidores continúan observando las normas recibidas cuando él no está presente.

44.- La extravagancia es la originalidad de los insensatos.

45.- No se trata de buscar lo nuevo, sino lo eterno.

46.- Los verdaderos maestros de la vida espiritual son los que enseñan lo que primero ellos han vivido.

47.- Los mejores teólogos son siempre los santos.

IDEAS SOBRE LO DIVINO Y LO HUMANO (II)

José Ureña Toledo

48.- Un hombre es siempre original con tal de que nos cuente sus propias experiencias, aunque, sin proponérselo, repita lo que muchos otros ya han dicho.

49.- Son muchos los que, al escuchar las palabras de la sabiduría, se quejan de oír siempre lo mismo. Pero la verdad merece ser repetida eternamente.

50.- La mejor medicina para el alma es la sabiduría y el amor a Dios.

51.- Un pensamiento de mis 17 años, extraído de una experiencia personal.

Más importante que sobresalir en esto o aquello, es buscar el verdadero equilibrio interior.

52.- Más rico es el pobre que confía en Dios que el poderoso que cayó en la desesperación.

53.- La erudición sólo sirve a veces para oscurecer la verdad simple o para disimular la ignorancia de lo esencial.

54.- Mejor es oír un consejo sensato que querer opinar a toda costa. El que busca la verdad, aunque sea de la boca de otro, más cerca está de opinar con buen tino que quien se esfuerza ante todo en imponer su propio criterio. El hombre maduro y sensato ama la verdad más que a sí mismo. Pero el inexperto y necio es maniatado por su orgullo.

55.- ¡Benditos los verdaderos Derechos Humanos! Pero más benditas aún sean las obligaciones humanas que posibilitan y fundamentan en la práctica el ejercicio de aquellos derechos.

56.- Sólo se comprende el valor de la Gracia divina cuando uno está convencido de que un pobre, un enfermo, un alma encerrada en un convento o incluso un agonizante pueden ser mucho más felices, si Dios así lo desea, que un rico, un hombre sano, un libertino o la persona que se halla en la plenitud de su vida.

57.- Un hombre guiado por Dios, aun cuando esté ciego, transita siempre por sendas iluminadas.

58.- No creas que el alcanzar profundos conocimientos en el campo de la Bioquímica, de la Física, de la Psicología, de la Matemática o de cualquier otra parcela del saber te da derecho a caminar con la frente levantada, seguro de la grandeza de tus conocimientos. Aunque te convirtieras en una especie de oráculo viviente que dejase maravillada a una extraordinaria cantidad de hombres, piensa que, en definitiva, la ciencia de un ser humano es como un juego o un arañar en la superficie respecto a lo existente. Porque, ¿quién hay que sea realmente sabio en este mundo o quién puede merecer este apelativo? Lo mejor que hará un “sabio” es no dar demasiada importancia a su supuesta sabiduría, si desea que lo poco que conoce resulte alguna vez útil y no llegue a embriagarlo con su vanidad. Y es que más vale un adarme de sentido común con mucha humildad que la abundancia de conocimientos científicos de un hombre envanecido, lo cual no es, por supuesto,  una invitación a la ignorancia, sino a aquella sana consideración que nos sitúa en el verdadero puesto que nos corresponde; porque no existe más negra ignorancia que la que acarrea la soberbia, ni más luminosa y dulce disposición que la que otorga una humildad bien entendida.

59.- Dios mío: concédeme la gracia de aumentar mi humildad por cada don que tengas a bien concederme. Sé que lo necesito profundamente.

60.- Es posible ser un gran biólogo e ignorar a la vez el último sentido de la vida y, por el contrario, muchos intuyen ese último sentido sin tener la menor idea de lo que es una proteína.

61.- La soberbia es el mejor reclamo para el ridículo.

62.- Lo escribí en inglés en su momento y en seguida ofrezco la traducción.

63.- The most important thing is not  to speak many languages, but to have something to say (Lo más importante no es hablar muchos idiomas, sino tener algo que decir).

64.- Más vale sentirse extraño entre los demás con tal de serlo por caminar rectamente que reconocerse integrado en una determinada sociedad por compartir los errores de ésta. Ya escribió San Bernardo: “Perfectum non potest esse nisi singulari”. Traducido libremente: El que quiera ser perfecto debe ser singular. Y es que, en efecto, la búsqueda de la perfección – en cualquier campo – exige a menudo la renuncia a esa pobre pretensión de querer ser a toda costa “igual que los demás”.

65.- Quien busca la auténtica perfección nunca está solo.

66.- Muchos buscan la felicidad en sensaciones y sentimientos extremados, creyendo poderla encontrar, por ejemplo, en la droga o en el disfrute exagerado de la actividad sexual. Sin embargo, el encuentro con la felicidad exige de nosotros una perfecta búsqueda del equilibrio, de la normalidad.

67.- Lo hemos oído muchas veces y no lo queremos comprender: para ser feliz, hay que ser dueño de sí mismo.

68.- Por supuesto, cuando hablamos de la “felicidad” en esta vida, sólo podemos utilizar ese término con un valor relativo. Pero también es cierto que media un abismo entre la amargura profunda y esa felicidad relativa.

69.- En el fondo de casi todas las amarguras late el problema del dominio de sí mismo.

70.- El deseo de perfección no implica soberbia o ambición desmedida, con tal de que entre las perfecciones deseadas demos a la humildad un puesto de honor.

71.- El complejo de inferioridad suele estar mucho más cerca de la soberbia que de la humildad.

72.- Indudablemente, el hombre, para actuar, necesita confianza en sí mismo; pero esa confianza fácilmente se convierte en vanidad cuando no reconoce que todo su ser depende absolutamente de Dios.

73.- El hombre que se anonada ante Dios, sometiéndose enteramente a su voluntad,  es el que más perfectamente se encuentra a sí mismo.

74.- La forma más perfecta de amarse a sí mismo es la de amar a Dios por encima de sí mismo.

75.- La verdad vivida no es nunca un tópico.

76.- Nos acercamos al ideal a medida que lo amamos.

77.- Hay que poner mucho cuidado para distinguir claramente entre realismo y escepticismo. El primero nos vivifica; el segundo nos hunde.

78.- La vejez con sabiduría es, en cierto modo, juventud de la mejor ley.

79.- Si vemos por experiencia que en ciertas épocas de prosperidad o de afirmación personal tendemos a apoyarnos en nuestras propias posibilidades humanas, olvidándonos fácilmente de Dios, estemos siempre en guardia para que, cuando lleguen esas épocas, procuremos incluso aumentar nuestra piedad, nuestras acciones de gracias y nuestra humildad.

80.- La mayor competencia del sabio no suele hallarla éste en otros sabios sino en los ignorantes.

81.- Las ideas de los filósofos pueden llegar a tener una enorme influencia en la vida cotidiana; pero, para ello,  se necesita de otros hombres entusiastas, más capaces que los propios filósofos, de llevar las ideas de éstos a su término, es decir, a la práctica. Tales ideas no alcanzan su objetivo sin sufrir a menudo una importante deformación. Pero esa deformación es justamente el tributo que ha de pagar todo pensador que desee llevar lejos los frutos de su inteligencia. El río, cuando desemboca en el mar, no suele tener la pureza que tiene en sus aguas el manantial. Pero esa es la condición necesaria de cualquier corriente que llega a la categoría de río.

82.- Al leer la noticia de un asesinato más de los muchos que se cometen en el mundo, he preguntado a la Sma. Virgen, sin desear ni esperar, por descontado, una respuesta a través de una vía extraordinaria:

Madre mía, Virgen María: ¿cómo puedes soportar tanta maldad nuestra? (No he querido excluirme, porque yo soy, y he sido, pecador – de uno u otro modo – como los demás).

Y, casi al instante, ha acudido a mi mente aquello de que Ella es “Mater misericordiae”.

Pero he insistido. La razón no acababa de satisfacerme. He pensado en el corazón del criminal, del terrorista… “Pero, Madre mía – he seguido preguntando –: ¿Sólo eres Madre de Misericordia? ¿Es posible que te quedes indiferente ante una maldad semejante? ¿Es que no te repugna esa maldad, por mucho que tengas misericordia con el hombre?”.

E, inmediatamente, se me ha ocurrido aquello de que Ella es clementísima, “Virgo Clemens”, y por eso perdona, aun reconociendo y reprobando la maldad.

Todavía mi entendimiento seguía insatisfecho. No podía yo comprender adecuadamente que un criminal endurecido, materializado y por tanto ajeno a toda voz procedente del espíritu fuera capaz de arrepentimiento, condición esta sin la cual Dios no otorga su perdón.

Y, como en los casos anteriores, he pensado rápidamente en la respuesta, yo diría que casi sin reflexionar, de un modo que podría parecer automático. La contestación, entonces, ha sido doble: primero, he pensado que Ella es “Virgo potens” (Virgen poderosa), o sea, tiene poder para modificar el estado del corazón más endurecido. Sin embargo, este aspecto de la contestación no lo creí en absoluto suficiente, porque Dios no violenta el corazón del hombre, respeta su libertad. Y ha sido en ese momento de insatisfacción por mi parte cuando me ha venido la idea – cuestión de muy escasos segundos – que me ha valido como razón definitiva: ¡Ella es “Mater divinae gratiae”! (¡Madre de la Divina Gracia!).

Sí. La Gracia no anula la libertad. Actúa como una luz, como un complemento sobrenatural, como un ser divino que opera – sin coaccionar – en la intimidad del hombre, aunque este hombre sea un asesino habitual. La Gracia es ayuda suficiente incluso para los individuos más degradados, más profundamente pervertidos y más ajenos a los valores santos del espíritu.

Y, ya de paso, mientras que consideraba estas razones, he pensado – no sin cierta admiración – que todas las respuestas me han venido de una oración, la cual debe de ser, indudablemente, como un pozo de sabiduría: la Letanía a Ntra. Señora.

83.- En lo que respecta a la Sagrada Escritura y a las obras de los grandes maestros de la vida espiritual que siguieron el espíritu de aquéllas, mucho más aprovecha media hora de lectura hecha con auténtica devoción que incontables días de estudio realizado principalmente con un afán de erudición.

84.- Me he dedicado a la Filosofía – de la que podría confesarme enamorado – y a la lectura de la vida y obra de los santos. Pues bien: en tanto que, esencialmente, ha sido la búsqueda de la sabiduría lo que en ambos casos me ha impulsado a esas formas de actividad espiritual, debo manifestar que las lecciones más admirables las he recibido con diferencia, no de los simples filósofos, sino de los santos. Una doctrina filosófica, por genial que sea, es como un juego de niños en comparación del testimonio y las palabras que nos ofrece un santo. A menudo se experimenta una sensación de vaciedad y aridez leyendo a un profesional de la Filosofía; pero, considerando los hechos y las palabras provenientes de la santidad, yo, por lo menos, he experimentado siempre – o casi siempre – un sentimiento de cálida y consoladora plenitud.

85.- No desprecio en absoluto el pensamiento abstracto. Al contrario, estimo que existe en mi una fuerte tendencia a la abstracción. Pero creo también que el aceptar a Dios es algo mucho más profundo, porque en Dios se satisface tanto nuestra tendencia a lo abstracto como nuestra necesidad de lo concreto y, en todo caso, el Ser Supremo es el guía verdaderamente capaz de llevar a nuestro entendimiento por el camino de la luz, del acierto, de la sensatez.

86.- El atajo más corto para llegar hasta la sabiduría se llama Santidad.

87.- Me encanta la ciencia humana. Pero noto que su estudio me llena a menudo de cierto nerviosismo, de impaciencia, de angustia ante unas dificultades que me ofrece un panorama tan vasto y confuso, experimentando a la vez el sentimiento de mis limitaciones frente a lo que, con admirable rigor, han conseguido expresar, en determinadas áreas, inteligencias más claras e incomparablemente mejor preparadas que la mía… Entonces, para buscar la paz que necesito, he acudido no pocas veces a las sencillas palabras de un hombre santo, y, en muy escasos minutos, he conseguido luz sin esfuerzo y la íntima serenidad que convenía a mi naturaleza.

88.- Existe lo que podríamos llamar una “alienación del gesto”. Una actitud externa excesivamente fría puede convertirse en una forma neurotizante de represión en lo que respecta a nuestros más legítimos sentimientos, los cuales no conseguirían la sana y necesaria expansión que les corresponde. En cambio, un modo de gesticular exagerado – tal vez adoptado incluso por una servir imitación o por creer que eso es lo que piden los demás de nosotros – fácilmente podría convertirnos en marionetas sin personalidad.

89.- Más vale la ingenuidad que el ingenio con tal de que la ingenuidad esté acompañada de una sana intención.

90.- La sinceridad, cuando es oportuna, es fuente de íntima paz.

91.- Infinitamente con mayor seguridad camina la ignorancia que se coge del brazo de Dios que el saber que se cree autosuficiente.

92.- La historia de nuestras necedades es la misma que la de nuestros “alejamientos” de Dios.

93.- No bastan las acciones aisladas de justicia. Debemos adquirir la costumbre de ser justos.

94.- Muy grande debe de ser sin duda quien no se siente inclinado a mentir o a disimular para parecer grande y lo parece en efecto.

95.- El que enseña a los demás está siempre enseñándose a sí mismo.

96.- La sabiduría es una de las pocas cosas que, paradójicamente, más se adquiere cuanto más se da.

97.- Todo maestro es, en cierto modo, discípulo de sí mismo.

98.- Un maestro es como un hombre que reflexiona en voz alta.

99.- Un maestro debe poseer, cuando menos, la originalidad de “digerir” lo que aprendió de otros.

100.- Es muy difícil, por no decir imposible, que donde hay insinceridad, haya identidad.

101.- No debemos nunca considerar prematura la muerte de quien ya alcanzó la santidad.

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